Aerófono de lengüetas (simples y dobles). Su soplo es indirecto y su sonido es constante gracias a un odre de cuero. Parece que el término gótico gaits (cabra) es el origen del nombre de este instrumento, que generalmente se confecciona a partir de una piel de ese animal. En la Edad Media se emplearon designaciones como chevrette o francés odrecillo para designar a determinados tipos de cornamusa, pero el término hispano gaita tuvo éxito en otros muchos países de Europa del Este. El origen del instrumento parece encontrarse en las tierras de Asia Menor (tal vez en la India). Hacia el año 400 a. C. en Grecia, Aristófanes cita en sus obras un antiguo tipo de gaita. Historiadores romanos citan un instrumento denominado tibia utricularis, del que parece que era un consumado intérprete el emperador Nerón. En el ocaso del Imperio Romano el instrumento cayó en un absoluto olvido, y parece que en la Edad Media despertó de ese letargo, o fue reinventada como aseguran algunos investigadores. Hasta finales de del siglo XIII, las gaitas que encontramos representadas carecen de bordones (tubo largo que produce la nota pedal). Pero a partir de esa fecha se le van incluyendo cada vez más, hasta llegar a modelos de tres y más tubos de acompañamiento armónico. El modelo que presentamos está basado en el que puede verse en la Cantiga nº 280, que parece representar un instrumento con un tubo melódico (el puntero) y un bordoncillo, ambos insertos en la parte frontal del instrumento, que está constituida por la talla de una cabeza de animal o de rey. Nuestro ejemplar se ha realizado a partir de una piel enteriza de cabrito, curtida en cerrado, que era una forma muy habitual de construir las gaitas más primitivas. Las maderas son nogal, bubinga y boj.